domingo, 1 de agosto de 2010

Tú...


Eres el que me agarró por la espalda, me empujó contra la pared y rompió mis huesos sin tocarme.

Eres el que se alimentó de mis esperanzas, besó mis alegrías y se adueñó de mis secretos.

Eres el mensajero de mi felicidad frustrada y comandante de mis limitadas sonrisas.

Eres el mar, el cielo, la tierra y el infierno.

Eres el que incendió mi cuerpo, excitó mis piernas y jugó con mi mirada.

Eres tú el infinito. Eres tú, solo tú.

Monstruo barroco y romántico...

Ámame, solo te pido eso. 
Un amor sin besos, no  besos sin amor. 
No me idealices. Sé quien realmente soy. 
Tampoco pretendas amarme con mis defectos, que no existe tal amor. 
Solo mírame fijamente y ámame por la eternidad de este momento.

Ámame y olvídate de todo.
 Dame las infinitas caricias de tu voz callada y desnuda. 
Inventa el fuego en mí. 
Créete Dios de mi cuerpo y alma pero no me castigues ni me botes de tu Edén.  
Tócame con tu corazón y cerebro.  
Márchate, pero no te vayas. Sí, quédate, pero vete ya. 
Ya, ya, que quiero extrañarte y quiero tener la dicha de verte regresar.